El combate de Miserere


Santiago de Liniers, en tanto, salió de la ciudad con el grueso de las milicias, quizáq con la idea de evitar la lucha en la misma población lo indujo a buscar batalla en campo abierto. Fue un serio error.

Pese al entusiasmo de sus tropas, el grado de instrucción alcanzado era deficiente. Su mayor ventaja residía, precisamente, en la posibilidad de luchar en la misma ciudad, casa por casa, en un tipo de guerra donde el ejército inglés no pudiera aplicar su técnica superior.

Liniers cruzó el Riachuelo y, dejándolo, a su espalda, se desplegó al sur del puente de Gálvez (Barracas). 
El 2 de julio Gower, tras eludir hábilmente a sus contrarios, cruzó el curso de agua por el paso de Burgos y avanzó sobre los corrales de Miserere. Liniers, con parte de su fuerza, retrocedió y marchó sobre el invasor.

Como era previsible, fue derrotado. El jefe francés se retiró a la Chacarita y luego regresó a Buenos Aires. Gower cometió el error de no avanzar de inmediato sobre la ciudad, donde el desconcierto se había apoderado de los ánimos. 
Los días 3 y 4 de julio contemplaron los febriles preparativos de los habitantes levantando cantones y barricadas en las calles que conducían a la plaza, al comienzo bajo la dirección del Cabildo, cuyo alcalde de primer voto era Martín de Álzaga, luego del mismo Liniers.

El perímetro principal de la defensa fue trazado a una cuadra de la plaza. 
Piezas de artillería enfilaban las calles desde [os cruces de las mismas y desde el Fuerte, en tanto las azoteas se convirtieron en reductos de fusileros. Granadas de mano y proyectiles de diversa índole reforzaron estos bastiones. 
Whitelocke intimó la rendición de la ciudad sin resultado y se dispuso al asalto.